Conforme el país enfrenta la pandemia del coronavirus, los servidores públicos en el frente están respondiendo al llamado en un momento en que sus comunidades más los necesitan.
Algunos de estos héroes cotidianos son empleados estatales que procesan reclamaciones de beneficios de desempleo, personas como Jason Suggs.
“El desempleo es muy emocional. Tenemos que indagar en situaciones muy personales”, dice Suggs, quien es especialista en seguro de desempleo en Maryland y presidente de la Local 3641 de AFSCME (Concilio 3). “Y tenemos que enfrentarlas, hacerlas un lado, ofrecer consuelo, aplicar la ley y luego poder ir hacia adelante y ayudar a la siguiente persona. Es difícil, ahora mismo es agotador, pero nos sentimos muy orgullosos de poder apoyarlos”.
El coronavirus ha creado una crisis de salud pública con consecuencias devastadoras de vida y muerte. Casi 560.000 personas en los Estados Unidos han contraído la enfermedad y más de 22.000 han muerto. Para colmo, también se creó una crisis económica brutal sin comparación a cualquiera que la mayoría de nosotros hubiera experimentado en nuestras vidas.
Para mediados de marzo, las reclamaciones por desempleo habían estallado, subiendo de 282.000 a 3,3 millones. Pero eso fue sólo el comienzo. La semana siguiente, hubo más del doble, 6,9 millones. Y la semana que terminó el 4 de abril se reportaron 6,6 millones más.
Como resultado, las agencias estatales de desempleo en todo el país están inundadas. En Maryland, casi un cuarto de millón de residentes ha solicitado beneficios de desempleo en el último mes, casi la mitad en la última semana. El número de reclamaciones la semana pasada fue más alto que el número recibido en todo 2019.
Detrás de cada una de esas reclamaciones se encuentra una familia que no puede dormir bien en la noche, preocupada por cómo va a pagar la renta o comprar comida esta semana y mantener prendidas las luces de su casa. También detrás de esos números se encuentra un servidor público comprometido con asegurarse de que las personas que hayan perdido sus empleos sin culpa alguna reciben la ayuda que necesitan.
“Uno debe tener compasión, simpatía y empatía”, dice Suggs. “Eso es parte de lo que hace este trabajo único y especial”.